["nueve mil trescientos sesenta y seis puntos cubren la superficie del balón de básquetbol”]. Por Eduardo Farías A.

Eduardo Farías Ascencio nos presenta una crítica del libro Poemas para Michael Jordan (Ajiaco Ediciones, 2014) del poeta Francisco Ide Wolleter.

“nueve mil trescientos sesenta y seis puntos cubren la superficie del balón de básquetbol”: Poemas para Michael Jordan de Francisco Ide Wolleter

Es difícil que un crítico muestre las vacilaciones o dudas que pueda provocar un texto, la crítica literaria es un ejercicio de poder. Por mi parte, prefiero pensar y practicar la crítica como un discurso sincero en el que se proponen lecturas, sin abandonar, por supuesto, una posición de cierta distancia en la observación. Las dudas que pueda provocar un libro no desmedran el trabajo del crítico, quien es un lector más, que ha elegido insertar en la esfera pública sus perspectivas. Creo que Poemas para Michael Jordan de Francisco Ide es un poemario problemático en términos literarios, y prefiero no esconder tales problemas, sino que hacerme cargo de ellos.
En su libro anterior, Yakuza, Francisco Ide construía la voz ficticia de un inmigrante oriental. Ahora, en Poemas para Michael Jordan, el autor no crea un personaje absolutamente ficticio, sino que ocupa como referente una figura real, el hablante lírico es una megaestrella del deporte, del básquetbol específicamente. Por medio de esta decisión literaria, Francisco Ide problematiza, consciente o inconscientemente, la verosimilitud de la voz poética, en otras palabras, al final de la lectura creeremos que realmente el que nos habló fue Michael Jordan o, por el contrario, siempre fue Francisco Ide escondido tras esta figura deportiva. De hecho, solamente en un poema, el número IX, se observa que el hablante lírico es otro sujeto.
La voz de Michael Jordan se caracteriza por ser una voz racional que no abandona la imagen poética y la función poética del lenguaje y, a través del basquetbol, nos muestra sus inquietudes y cómo ve el mundo, incluyendo a las personas:
la tersura porosa del balón
me hace pensar en la piel humana

nostalgia por el contacto
aunque el contacto sea siempre ilusorio:

lo cierto es que estamos formados de átomos
hechos de vacío
y que los átomos se repelen entre sí
por eso no nos mezclamos con las cosas
por eso cuando tocamos
realmente no tocamos nada (11).
Desde el balón hasta la física, el poema se configura a través de la problematización de la realidad cotidiana a partir de los conocimientos científicos. Esta racionalidad se entiende también a partir de la consciencia que demuestra Jordan respecto de sí mismo y del juego:
cada movimiento mío implica
volver el estadio una vía láctea:

los flash de las cámaras fotográficas
son nubes plateadas que me sirven de escalera (13).
Junto con la racionalidad, el hablante lírico piensa el mundo desde la imagen poética, lo que trasciende a todo el poemario y permite percibir la mirada inquisitiva de Michael Jordan sobre su realidad cotidiana:
en mis salidas nocturnas
a veces me topo con Bob Dylan o Snoop Dog
vecinos que también trotan de noche
por estos barrios periféricos y marginales
en que vivimos los que ganamos dinero
desproporcionadamente (24)
O la mirada sobre sí mismo en su contexto esencial como figura de la NBA, la cancha de básquetbol, sobre lo cual dice:
los focos del gimnasio proyectan rayos cruzados de luz
sobre el piso de madera encerada

enredo de sombras en la quietud del suelo:
pulpos siameses avanzan en direcciones opuestas para
despegarse (25).
Esta última cita permite corroborar el grado de racionalidad poética de la conciencia de Michael Jordan.
A medida que avanza el poemario, se percibe la construcción de un discurso personal del hablante lírico, quien demuestra algunas preocupaciones. Una de ellas es la muerte:
así era la muerte:
un salto anti-gravitatorio
clavar el balón en la canasta
caer con los pies firmes en el suelo de madera
como sobre la superficie de la luna
y mirar a los ojos
las graderías vacías

era eso:
retirarse (14).
Sin ninguna novedad, Jordan aborda el retiro como la primera muerte de un deportista. Más adelante en el libro, este deportista vuelve sobre el tema para agregar la reinvención que debe realizar todo sujeto que pierde la posibilidad de ejecutar la actividad que le da sentido a su existencia:
cuando era un joven deportista
solo concebía mi muerte ejecutando
una clavada perfecta ante los ojos maravillados
de los fanáticos […] una muerte épica

pero uno se hace viejo, se adapta, se vuelve
empresario (30).
Este tema no se acaba acá, Michael Jordan también da muerte, específicamente, al balón a la manera de un cirujano y con la misma necesidad de responder la pregunta sobre lo que se esconde dentro del balón:
improvisé la vestimenta de cirujano y clavé
un cuchillo de cocina
en mi balón de básquetbol
con la esperanza de encontrar adentro
un ave, un motor, un helicóptero, pero: aire
aire comprimido sobre mi cara
como el aliento de dios sobre el océano […]
soy el rey del aire y como todos
fantaseo con la muerte:
imagino el relato que impone el médico forense
mientras manipula mi cuerpo liviano sobre la bandeja metálica

¿qué fantasía elegirá para hurgar en mis entrañas?
¿seré el monstruo vencido
que aterrorizaba a los tranquilos ciudadanos?
quizás me trata con indiferencia
simple balón abandonado
en la infancia de alguien que perdió el interés
sobre el mecanismo de las cosas (29).
Otra preocupación es la vinculación del básquetbol con el amor, tema literario que da cuenta del discurso personal de Michael Jordan:
el amor es una disciplina idéntica al básquetbol
y un partido de básquetbol tiene la misma estructura que la vida

hay que amarse mientras queda tiempo
como si no existiera nada más

siempre jugué así (15)
O
que el amor (amor mío) y el juego nos protejan
de tanta palada de tierra sobre los ojos
o de cualquier otra forma que tome el tedio (38).
Michael Jordan resalta el básquetbol como una actividad fundamental de su existencia, la misma importancia que se le atribuye al amor en la existencia del ser humano, un factor que le da sentido a la vida, que nos permite ir más allá de la rutina y de la muerte.
Estas preocupaciones, más otros factores literarios tales como la descendencia y los otros deportes en los que incursionó Michael Jordan, permiten que el poemario tenga reflexiones profundas. Sin embargo, en el poemario Francisco Ide solo aborda la figura del balón, dejando de lado la lógica oculta del básquetbol, por decisión o desconocimiento. En la caracterización del balón, el hablante lírico asume que es un objeto con vida:
a veces siento como si el balón estuviera
cubierto de venas palpitantes (33)

he sentido la palpitación del balón
su circulación, su pulso

como si sostuviera en mis manos un corazón inmenso
que hago latir con cada rebote

la reanimación de un muerto
o una vida que depende exclusivamente de uno (34).
Francisco Ide le da un sentido más allá del evidente al rebotar el balón una y otra vez, sentido que tiene que ver con la muerte y la vida y que permite salirse de una lógica mecanicista, pese a que el básquetbol de por sí es un juego mecánico, como todo deporte, en el que “el objetivo es anotar más puntos” (34) y en el que se cuenta “el tiempo de dos o en dos / o de tres en tres” (34-35). En el básquetbol hay mucho más que un vaivén de jugadores corriendo de un lado a otro en torno a un balón, hay estrategias o jugadas, bloqueos como murallas, robos tan sutiles como la esgrima, factores del juego que están ausentes en el poemario y que para el lector, que haya practicado durante un tiempo este deporte, no pasarán desapercibidos.
Finalmente, creo que cuestionar si nos habla Michael Jordan o si notamos el disfraz que usa el poeta es fundamental para determinar si el libro cumple su cometido, si funciona con naturalidad o si se nota la artificialidad en la construcción de la voz poética, tal es la problemática literaria que subyace a este poemario. Desde mi perspectiva, el libro no logra cuajar debido a que, justamente, Michael Jordan es el hablante lírico. Francisco Ide no logra que la mentira sea verosímilmente percibida como verdad, la costura del disfraz se aprecia. Lo que constituye la primera mentira del poemario. La segunda mentira la constituye, en parte, el título del libro: "Poemas para" implica la escritura de textos poéticos que son dedicados a alguien en específico, dedicados como homenaje. En este caso, si bien hay un poema en el que se agradece la existencia de esta megaestrella del básquetbol mundial, este texto poético no basta para sostener el significado del título, porque el hablante lírico fundamental es Michael Jordan, lo que cambia la situación del título, ya que no es un tercero el que homenajea, sino que se trataría de un autohomenaje, es decir, este basquetbolista se homenajea a sí mismo. Para terminar, a partir de estas dos mentiras literarias, Francisco Ide juega con nuestros horizontes de expectativa, insertándose en un terreno siempre peligroso, pero que no hace mella a su innegable calidad escritural.

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