[La poesía no sirve para nada: la literatura y su función]. Por Víctor Quezada

El siguiente texto escrito por Víctor Quezada trata de averiguar las connotaciones de la función de la literatura en la sociedad a través de una pequeña revisión del poema Escrito en Cuba del poeta chileno Enrique Lihn.



La poesía no sirve para nada: la literatura y su función


El poeta no es ni un pequeño dios ni una pequeña República
La poesía no sirve para nada.
Enrique Lihn. Escrito en Cuba

Sobre la literatura y su función

El problema es más o menos el siguiente: si se entiende a la literatura como un objeto apartado de la problemática social (en el sentido en que, por ejemplo, los discursos biológico, ecológico, económico, tecnológico, comunitario y memorialístico, han tenido una validez e importancia mucho mayor respecto de las preocupaciones políticas de la sociedad chilena en los últimos años) se reafirma la perspectiva del arte como mero entretenimiento, transformándose en una afirmación de lo que –como sujetos concientes del presente y pasado políticos- no queremos tolerar: la injusticia y la violencia en sí mismas.
Bajo dicha perspectiva, no se esperaría sino que las preocupaciones contemporáneas de la sociedad se vean reflejadas en la literatura y que esta sea un instrumento de restitución. Como vemos, la pregunta por la literatura y su función es paradójica. Al afirmarla como un discurso válido, debemos reconocer que está cruzado por otros discursos de mayor jerarquía que invalidan su pertinencia. De esta manera, aceptamos que el lugar de la literatura es el lugar de la imposición ideológica sobre los signos; la tensión de al menos dos retóricas que se suponen exclusivas.
En este sentido, la literatura es imposible. Recordemos para estos efectos una clásica novela latinoamericana: La Vorágine del colombiano José Eustasio Rivera. El narrador de esta novela, Arturo Cova, es un personaje romantizado, representante de la recepción de la modernidad europea, puro individualismo, que debe emprender un viaje a la selva en donde observa la explotación y violencia que sufren los trabajadores del caucho. Su lenguaje, en este viaje, debe transformarse, ir adaptándose al lenguaje de la selva, su lengua debe perderse pues no es válida en ese contexto que supera su propia individualidad, el concepto de su existencia. Y ese sujeto romantizado de la primera parte de la novela desaparece y emerge la brutalidad de la selva que habla por él.
La solución de esta confrontación de realidades, que es la representación de la tensión de dos retóricas de la que hablamos más arriba, solo está dada por la muerte. Nosotros sabemos esta historia, nos es posible leerla a pesar del deceso del narrador, porque en realidad estuvimos leyendo el registro de los hechos realizados en un diario por Arturo Cova; según entendemos en el epílogo.
Lo interesante de esta novela es que, en el mismo movimiento en que se desplaza a la literatura dentro de la jerarquía social, en virtud de suscitar una particular denuncia, se la reafirma, ya que la única manera de conocer toda esa realidad de injusticia es a través de ella. Ese viaje es sugestivo, la literatura si existe, debiese existir a expensas de su muerte.

Escrito en Cuba

Enrique Lihn llegó a La Habana con un creciente prestigio tras haber ganado en 1966 el Premio Casa de las Américas por su obra Poesía de paso, allí vivió durante dos años (1967 y 1968) y alcanzó a redactar en su mayor parte el libro Escrito en Cuba (1969). La influencia que la isla y su contexto político tuvieron sobre el poeta fue de gran trascendencia, llevándolo a encontrar un giro radical en su escritura pues, según las palabras del propio Lihn:

“Hago o trato de hacer ahora una poesía dirigida a un auditorio o hasta capaz de moverse en un escenario. Una poesía casi discurso, casi teatro, dispuesta a hablar de todo en todos los tonos y desde distintos ángulos. A la vez pública y privada, objetiva y subjetiva, razonable y delirante. Creo que algo de esto puede verse en Escrito en Cuba” (citado en Santiváñez 188).

Sin dudas, el especial contexto que se vivía por ese entonces en la isla –con sus fervientes intentos de teorizar una literatura que fuera parte del proceso revolucionario y que redundó en la posibilidad de unir vanguardia literaria y vanguardia política- llevaron a este cambio en la poesía de Lihn.
Sustraída de los temas y la retórica tradicionales de la poesía que por ese entonces tenía vigencia en el suelo chileno, en Escrito en Cuba encontramos una expresión móvil y cercana al fenómeno de la oralidad o, para ser más exactos, más cercana a ciertos modos del discurso oral que se representan en la introducción de conversaciones y giros idiomáticos regionales, así como en la extensión del horizonte de recepción que se construye en el poema: desde la simpleza del tú que refiere a la figura de la amada: “este poema empieza por un verso maligno en lugar de arrojarse como un hambriento sobre tu belleza” (Lihn 21); hasta el receptor grupal del auditorio y sus alocutarios indirectos: los poetas, los críticos, etc.

Todo esto como un proyecto contra la sublimación de la literatura que representaba el romanticismo y el surrealismo de gran vigencia en la primera mitad del siglo XX en Chile, pues en la medida en que esa sublimación se volvía un simulacro de la autonomía discursiva de la literatura o llegaba a confundirse con ella, corría el peligro de alejarse de la trama de la historia:

Dejarías detrás de ti, si procuraras acortar esa distancia, un hilo de baba por todo testimonio,
un ramillete de poesías líricas;
el mundo cambia a su manera, y la historia de la poesía como la historia de los pájaros es más bien del dominio de la inmortalidad esto es no afecta en nada al curso de la Historia. (30-31)

La pregunta por lo político en Lihn encuentra en Escrito en Cuba un primer lugar en su obra y el poema trata de responder esta pregunta “acosado por la situación histórica” (Fischer ctd en Santiváñez). El relieve de la relación de mutua necesidad que establece un texto con su contexto sociopolítico es representado en este libro de manera de evidenciar la crisis fundamental del concepto de realidad de la literatura latinoamericana contemporánea y la ruptura del concepto de una literatura inmanente.
Esta teorización sirve como respuesta a la discontinuidad entre literatura y vida (Binns 73) pero viene a manifestar la radical contradicción de su poética de una escritura situada: al tratar de establecer ese puente que uniría arte y vida, texto y contexto, poema y situación de comunicación mediante el recurso de lo metapoético, se subraya la evidente tensión entre la eficacia comunicativa y la eficacia estética del poema.


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